miércoles, 5 de marzo de 2014

Brújulas que buscan sonrisas perdidas

Y allí estábamos, uno frente al otro. Sin decir nada. Ya no había mucho más que decir. Era uno de esos momentos en los que las palabras se agotan y solo quedan sentimientos.
Su mirada triste y distante me decía a gritos que le había echo daño y que me odiaba por ello.
La mía no se dejaba ver. Se ocultaba detrás de capas y capas de rímel y alguna que otra mentira que me había llegado a creer.
ÉL tragó saliva. Yo me humedecí los labios.
Ninguno de los dos estábamos dispuestos a dar el paso.
Si decíamos en voz alta aquello a lo que tanto miedo teníamos se convertiría en verdad, y la realidad vendría a clavarnos cristales en la cara y en el cuerpo entero. Millones de cristales diminutos que nos acabarían rompiendo.
- Has roto tu promesa.- Dijo Él casi en un susurro y con la voz rota.
¿Que se supone que debía contestar a eso?
- Sé que la has roto. Pero yo no. Y por eso estamos aquí. - Me miró, con más lágrimas en los ojos y me sentí la peor persona del mundo. Sí, había roto mi promesa y por eso él estaba llorando.
- Has roto tu promesa, por eso yo estoy llorando. - Me dijo, como si me hubiese leído la mente.
Se levantó y se fue con sus lágrimas.
Yo me quedé allí, mientras mis lágrimas intentaban traspasar las capas de rímel y las mentiras.
 En realidad yo no había roto mi promesa después de todo.
Él había roto la suya.





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